La ira nace en el estómago.

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miércoles, agosto 07, 2013
"Algo en su interior le decía que la rabia que sentía, aquella que invadía cada centímetro de su cuerpo y que cargaba con todas sus fuerzas contra la poca bondad que le quedaba, nacía palmos bajo su corazón. Éste, ignorante de todas las confabulaciones y habladurías que lo hacían responsable de la maldad del hombre, palpitaba con la misma inocencia que la de un niño ciego y desprovisto de toda maldad. Su ira, su rabia, su sed de golpes nacía de bastante más abajo. De su estómago, creyó sentir entre muecas, gruñidos y exhalaciones manchadas con nubes de vapor. El frío que lo rodeaba era combatido ferozmente por las altas temperaturas que seducían su cuerpo cuando su mente se confabulaba con su poca fe y entre ambos lo obligaban a verse como el ser más despreciable que la tierra hubiera acogido entre sus brazos. Se odiaba. Era puro odio. Mas no era un estado anímico constante, luego había momentos en los que sentía la carga partir lejos. Llegaba, incluso, a sonreír. A excitarse, dejarse emocionar. Pero, en cuanto las palabras aparecían en escena, las respuestas salían con una puntería inmejorable hacia los sentimientos ajenos. De alguna manera, tratando de psicoanalizarse, llegó a creer que rehusaba de su propia humanidad. Todo marchaba bien hasta que se veía en el compromiso de hablar, medirse, expresar algo mucho más trabajado que el instinto. Podría jurar que habría hecho el amor como un amante experimentado, en ese turbio momento, pero bien incapaz se veía de separar los labios para hablar. Y mucho menos para justificarse. ¿Existía algún motivo de que fuera así? ¿De que sintiera así? La vida de animal, de pronto, parecía tan redomadamente sencilla y apetecible que algo en su cabeza creyó que era la solución. Tal vez llevaba siglos creyéndolo así. Una vida medida por impulsos, sin el don racional de medir consecuencias o albergar espacio a remordimientos, resultaba tentadora. Una vida lejos de los demás, donde todo contacto, toda transacción, toda interacción era únicamente una respuesta física y no mental. Una vida donde su rabia tendría una connotación positiva; incluso de liderazgo. Pero animal no era su condición, y aunque animales fueran sus miedos, humano seguiría siendo su deber. Deber para con el resto de gente. Gente que sufriría diariamente la infelicidad de aquel ser que nació y vivió para dudar de su desdichada humanidad."

Núria

¿Quién soy?

21 años. Blogger caótica, fatalista y desequilibrada emocionalmente. Represento cada ínfimo placer de tu cuerpo, cada agresivo impulso de tu persona y cada amoral deseo de tu mente. Esto no es un blog de opiniones, sino de desahogos y debates internos en un marco sin censura.

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